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Escrita por: Wistuba-san




Como película encuentro que funciona bastante ok, fundamentalmente debido a una corta duración (una hora y media) contando una historia que no se toma muchos desvíos. Similar al dicho "lo cortés no quita lo valiente", lo corto no quita lo aburrido. Aburrimiento que proviene de un misterio que involucra un aparato terapéutico robado utilizado por un grupo de médicos, cuyo principal sospechoso posee la astucia y picardía de un villano de Scooby Doo. Este dispositivo (cuyo nombre no recuerdo) tiene como finalidad poder observar, interferir e incluso mezclar los sueños de varios pacientes a la vez. Adicionalmente la narrativa de la película está íntimamente relacionada con la personalidad y las características psicológicas de los protagonistas, donde sus temores y preocupaciones cobran vida en sueños tan rimbombantemente animados como aterradores. 

Cliché tal vez, pero no le quita lo escalofriante. 

En esta cinta la resolución del crimen por medio de las acciones de los personajes principales pasa a segundo plano una vez tomado en cuenta su contexto: Los ya mencionados sueños. Ésta es una experiencia audiovisual por excelencia, donde la representación de los sueños en pantalla actúa como principal escenario del constante rastreo y persecución del villano aquí presente. Fenomenal iconografía repleta de figuras humanoides caricaturizadas más allá de lo convencional, desfiles donde cientos de criaturas marchan por todo lo ancho de la pantalla y momentos donde pareciese que la piel de las personas se vuelve viscosa como la cera caliente forman parte de los puntos más altos de Paprika. 

Los desfiles son un ícono de la cinta a estas alturas

Debido a que la historia no se complica demasiado la existencia con su guión, la cinematografía y la presentación estética de Satoshi Kon complementada con la banda sonora de Susumu Hirasawa logran endulzar una película que si no fuese por el surrealismo de los sueños, resultaría bastante aburrida sí eres alguien que no soporta que los personajes se la pasen hablando todo el día sin hacer nada más. Al menos yo, no lo soporto. Como mencioné de entrada; tengo un serio problema con Paprika, y no me refiero exactamente a las secuencias de extensa exposición para explicar y complementar un misterio que supe como terminaría antes de verlo comenzar. Mi problema radica en la aproximación a los sueños y, su principal culpable, el señor Satoshi Kon. No vengo aquí a basurear a uno de los cineastas favoritos de la comunidad, aun así, también es cierto que cuando una cinta resulta ser de una subjetivamente "alta calidad" se le suelen tirar flores al director, como si fuese el máximo responsable de un proyecto como este. Todos sabemos que una película es el resultado mancomunado de un numeroso grupo de personas, además de que muchos miembros de la comunidad suelen confundir el trabajo de un director con el del editor. Pero ya me estoy desviando… El punto de todo esto es que Satoshi Kon es considerado un grande dentro de la industria, mas no creo que su trabajo en Paprika haya sido el más adecuado para taclear su temática. Esto se lo atribuyo a que un impecable trabajo de dirección dentro de una obra que busca ilustrar lo desenfrenado que pueden parecer los sueños provenientes de personajes emocionalmente fracturados me resulta contraproducente.

 ¿Cómo sueñan ustedes? 

Personalmente, mis sueños suelen ser de carácter erráticos. Se parecen más a una ensalada de ideas incompletas de principio a fin, donde no existe una ruptura de la realidad en función de introducir elementos surrealistas dentro de mis sueños. Son raros desde que comienzan hasta que terminan, sin dejar lugar a cuestionamientos racionales dentro de la experiencia. Todo está patas para arriba, y pareciera haber una perfecta lógica para explicar todo lo que sucede. Los sueños en Paprika suelen ser de carácter fantástico, según el sentido literario de la palabra. Parecieran ser "normales" en primera instancia, hasta que ocurre un evento sobrenatural que nos demuestra que estamos dentro del sueño de algún sujeto que haya tenido la mala suerte de verse involucrado en el desagradable e incómodo desarrollo de la historia de la película. Esto fluye de una manera bastante orgánica ya que una de las intenciones de la película (al menos, eso me dio a entender) es la de desorientar al observador en términos de poder identificar si lo que estamos viendo es un sueño o no. Para desorientarlo, me parece lógico establecer que un sueño en éste contexto debe imitar un estado de normalidad inicial, por lo que puedo justificar esta inconcordancia con lo que habitualmente yo suelo experimentar en mis momentos de descanso dentro de mi ataúd en pleno día de verano, sin embargo, algo que no puedo dejar pasar es la impecable cinematografía. No sé ustedes, en mi caso la metafórica "cámara" de mis sueños no se encuentra a manos de un experimentado y talentoso director de primera categoría. Como ya he mencionado, mis sueños son erráticos, no sólo como concepto sino también en su presentación. La cámara cambia constantemente de foco, de posición y a veces da una sensación de ser manejada por un sujeto que no sabe qué es lo que está haciendo. 

Salvar al mundo de las pesadillas es cosa seria

La dirección artística es inconsistentemente caótica, con irrespetuosos cambios de colores y formas de todos los elementos con los que logro interactuar en mis pesadillas. 

La dirección cinematográfica de Paprika alcanza un tan alto nivel de orden y perfección que se termina pasando de la raya, al menos a mi gusto, destacando negativamente en escenas donde algún científico está viendo los sueños de un paciente a través de un monitor, pero las escenas que ve este hombrecito están tan bien grabadas y coordinadas que pareciera que el señor, más que estar analizando los sueños de alguien, se la pasa mirando Paprika, la película. Y esta característica se permea por toda la película. Los encuadres son perfectos, permitiéndonos seguir el movimiento de la acción a altas velocidades sin necesariamente perder de vista a los protagonistas de la escena. El montaje de las escenas está impecablemente ordenado y fluido, con un orden lógico claramente delimitado. Los sueños pueden resultar alocados como concepto, pero la dirección de la cámara nos permite verlo todo con cristalina claridad. No existe una desorientación visual ni una retorcida lógica que gobierne los mundos de los sueños, fracturando las reglas que los definen y jugando con los ilimitados recursos que el medio de la animación tiene para ofrecer. Con todo, esta película pudo haber sido una de las experiencias más abstractas del cine moderno. A la final, terminó siendo sólo un conjunto de cosas raras pasándole a gente rara. 

Viendo la película en dos pantallas distintas, todo un fanático.

Si el uso de la cámara estuviera en perfecta sincronía con el contenido de los sueños y la intención de la obra fuese recrear la experiencia de tener una verdadera pesadilla, esta película sería fácilmente de mis favoritas. En especial si la comparo con otras historias donde la interacción sueño-realidad se ha llevado a cabo con mano experta, tomando en cuenta tanto las limitaciones técnicas como la intención de los proyectos, por más pequeños que estos puedan llegar a ser… “¿Proyectos cómo cuáles?” Se preguntarán. 

Debido a experiencias recientes se me viene a la mente Rugrats, aventuras en pañales. Un slice of life estadounidense protagonizado por un grupo de bebés cuya imaginación está tan íntimamente entrelazada con la realidad que básicamente se vuelven un sólo elemento indivisible por definición. Sí a esto le sumamos la idea que el mundo ficticio de Rugrats es una representación groseramente deformada de nuestra realidad, los sueños tienen cavidad para ser aún más extravagantes de lo habitual. Es así como la preocupación de perder la atención de los padres por la posible llegada de un nuevo hermanito o el terror que pueden generar los payasos en el corazón de un niño que tuvo la desdicha de crecer sin el amor de una madre (y tener un padre aún más miedoso que él), pueden verse ridículamente exagerados en las pesadillas sin necesariamente perder su verosimilitud. Y como son las pesadillas de unos niños de no más de 4 años (eso creo), un desorden en el uso de la cámara y en el montaje de las escenas se justifica perfectamente. Estos niños no son directores de cine, por lo que viene al caso que la representación de sus sueños no trate de parecer un corto animado milimétricamente elaborado. 

Esta imagen no me ha dejado dormir por años.

Quizá se deba a mi inmadurez emocional, pero al menos mis sueños se parecen más a esto que a lo que pude apreciar en Paprika. Quejarme de la cinematografía y del trabajo de cámara de una película que pareciera haber hecho todo lo posible para complacer a la crítica especializada puede sonar increíblemente quisquilloso. Pero también es cierto que es algo que yo no puedo evitar. Uno no escoge lo que le molesta de las artes, ni tampoco lo que le gusta de ellas. Y la representación gráfica de los sueños es algo que me resulta fascinante como principio, por lo que seré extra quisquilloso cuando me enfrente en un escenario como éste. A pesar de todo esto, la película tiene muchísimos seguidores en las amplias planicies del internet, por lo que me considero parte de una minoría en este caso y no espero que todo el mundo esté de acuerdo con lo que planteo. A pesar de ello, y como dije, no dura más de una hora y media, así que muchas excusas para dejarla pasar no existen. 

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