Escrita por: Wilburg




Entre los años 2007 y 2008 NHK llevó a cabo un proyecto que se trató básicamente de quince cortometrajes de un minuto de duración cada uno, bajo el nombre de Ani*Kuri15. Para esto, se reunió a directores y animadores de la talla de Osamu Kobayashi, Mamoru Oshii, Makoto Shinkai, Michael Arias y, quien nos reúne hoy aquí, Satoshi Kon, con su cortometraje titulado «Ohayo», el cual es simplemente magnífico.

El argumento es tan simple que se puede explicar en unas pocas palabras: el corto va sobre ese sentimiento de somnolencia que se tiene cuando despiertas. Así de simple, y la sencillez es lo que hace de este trabajo algo tan fantástico. Primero, Satoshi Kon demuestra su creatividad al entregarnos una obra que, en vez de contarnos una historia, nos muestra una sensación tan trivial, que todos conocemos pero que es difícil de explicar. Pone en imágenes un sentimiento tan abstracto de una forma tal que es perfectamente comprensible para cualquier espectador, y, además, de una manera que no sería posible por ningún otro medio artístico

Un buen artista debe saber aprovechar su medio en todo su esplendor. Esto significa que, mediante dicho medio, se exprese algo que no sea posible de otra manera. Si no, no tendría sentido la existencia del arte que este artista está creando. El cine, por ejemplo, se diferencia del resto de medios gracias al montaje cinematográfico, y muchos directores lo usan a su favor para crear una experiencia única al público. En este sentido, la animación se encuentra de alguna manera en un limbo artístico. Se podría decir que es otro tipo de expresión cinematográfica y, como tal, se diferencia por el uso del montaje. Esto es hasta cierto punto real, pero todos sabemos que la animación puede ir más allá. Algunos directores, como Chuck Jones, usan la exageración en las expresiones para diferenciarse del cine y dar más vida a los personajes, pero incluso esto se queda corto siendo que simplemente con un dibujo también se puede exagerar mucho las expresiones y, aunque es cierto que la falta de movimiento de las ilustraciones hace que sea un medio más limitado que la animación, un simple dibujo de Bugs Bunny o del Demonio de Tasmania puede transmitir el mismo sentimiento que quiere transmitir la animación. A lo quiero llegar es que simplemente con la exageración no es suficiente, y aquí es donde entra Kon.

En «Ohayo» se sitúa a la protagonista en una cama, dando a entender que acaba de despertar, y cuando se levanta se divide en dos chicas, ambas con cierta transparencia, una levantándose y preparándose para su día, y la otra aún acostada en la cama durmiendo. Listo, se construyó todo el planteamiento del cortometraje en apenas cinco o seis segundos. Apenas la mujer se divide en dos, inmediatamente tú piensas «¡Ohhh, así es realmente como te sientes al despertar!». Esto es simplemente obra de la mente y creatividad de un genio y, repito, es algo difícil de hacer en un medio que no sea la animación. Si intentamos pasarlo a la literatura, se necesitarían varias líneas de narración sólo para escenificar la situación de que hay dos tú en la misma habitación, y sería más complicado entender que se está narrando un sentimiento en vez de una acción. En el cine, aún siendo el medio más cercano al anime, no se podría crear la misma sensación, ya que la animación es un medio que se siente mucho más irreal y con el cual es más sencillo transmitir ideas fantásticas y abstractas. Básicamente, si el cortometraje estuviera hecho con actores reales no sería tan inmediata la aceptación hacia un evento imposible. La animación es un medio que nos ha acostumbrado a que es más abstracto que la vida real, y de esta forma nos predispone a aceptar cosas que de otra manera serían más chocantes. Satoshi Kon creó, de una forma muy sencilla y elegante, algo que simplemente no podría haber sido hecho de otra manera.


Lamentablemente, Satoshi Kon falleció en el 2010, pero nos dejó una genialidad antes de irse.



Y hacer todo esto en un minuto, que era el reto que proponía el proyecto, es otro de los logros del director con este corto. Desarrollar una historia en un minuto es una tarea muy complicada, y para darse cuenta de esto solo basta ver el resto de cortometrajes del proyecto. Casi ninguno se salva del olvido, algunos se fueron por lo inocente y «fácil», y realmente no aportan nada como historias, las cuales no recordaré dentro de una semana; otros se lo tomaron muy en serio e intentaron poner sobre la mesa planteamientos más complejos y profundos, pero terminaron cayendo en una ambigüedad que puede matar muy fácilmente a las historias. Algunos incluso parecen tráilers de una obra más larga, o vídeos musicales. A mi parecer el único cortometraje que se salva es el propuesto por Makoto Shinkai, «Neko no Shuukai», pero incluso este tiene trampa puesto que tira por la comedia, un género que se desarrolla mucho más fácil en poco tiempo (De ahí que las tiras cómicas sean tan efectivas). En este aspecto, Satoshi Kon fue el más inteligente de todos, y el más atrevido, trayendo a la luz un cortometraje complejo pero que se explica muy rápidamente, poniéndonos en situación en unos pocos segundos, e incluso tiene tiempo para llevar un ritmo muy lento y calmado, cuando el resto de cortometrajes se sentían apurados por el reloj. Satoshi Kon es el equivalente de ese compañero de clase que siempre entregaba el examen a los quince minutos cuando se suponía que era una prueba de hora y media, y además se sacó una A+ en toda regla, mientras Mamoru Oshii está preocupado porque se dio cuenta que sólo tiene una hoja de examen, y se le gastó con la primera de tres preguntas.

Ohayo fue el último trabajo del director antes de su muerte, y cualquiera esperaría que, como tal, mostrara en él toda su experiencia. Bueno, pues lo consiguió. Debo reconocer que apenas he visto nada de Satoshi Kon, pero por lo poco que he visto creo que se merece toda la fama y la apreciación que tiene. Fue un gran director, y a cada cosa que veo me dan más y más ganas de comerme toda su filmografía. 

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